La psicología organizacional es la rama de la psicología que se encarga del estudio
del comportamiento del ser humano en el mundo del trabajo y las organizaciones,
además de los fenómenos psicológicos individuales al interior de las
organizaciones.
Es una
disciplina científica que estudia la conducta del ser humano y sus experiencias
en el contexto del trabajo y la organización desde una perspectiva individual,
grupal y organizacional. Tiene por objetivo describir, explicar y predecir
estas conductas, pero también resolver problemas concretos que aparecen en
estos contextos. Su finalidad principal se resume en dos:
1.- Mejorar
el rendimiento y la productividad
2.-
Potenciar el desarrollo personal y la calidad de vida laboral de
los empleados en el trabajo.
Los
antecedentes más inmediatos de esta psicología son la psicología industrial y
la psicología social.
La
psicología organizacional, deriva de lo que inicialmente se llamó
«psicología industrial». Sin embargo la posterior incorporación de nuevos elementos,
provenientes del área de estudio de la psicología social y aplicados a las
organizaciones, marca una diferencia que no sólo es terminológica, sino también
conceptual. Mientras la psicología organizacional enfatiza en un enfoque
sistémico o estructural, poniendo el acento en las relaciones y procesos de la
dinámica de la organización, a la vez que opera con una idea de organización
más amplia, que incluye a las instituciones no laborales o empresariales
(escuelas, hospitales, etc.), la aproximación al tema de la psicología del
trabajo o laboral se ocupa de todos los aspectos psicológicos del trabajo
humano (tales como la ergonomía, el análisis de puestos de trabajo, o la
selección de personal), pero poniendo énfasis en el comportamiento individual, en
la manera en que el individuo actúa en su contexto laboral, en el carácter de
su relación individual con la organización empresarial en la que trabaja.
Tiene por
objeto el estudio y la optimización del comportamiento del ser humano en las
organizaciones, fundamentalmente en contextos laborales, profesionales y
empresariales (industriales o no), pero también en otros ámbitos
institucionales. Esta área de la psicología constituye, junto a la psicología
clínica y la psicología de la educación, uno de los tres grandes ámbitos de
aplicación de esta ciencia del comportamiento humano.
La historia clínica psicológica podríamos definirla como
el registro completo realizado de forma confidencial a todo tipo de paciente
psiquiátrico que atendemos por primera vez en un Servicio de Psicología hasta
que nos despedimos definitivamente de él, en donde establecemos un diálogo de
tal forma que se entienda, conozca y comprenda al enfermo generando así una
relación psicólogo-paciente de considerable valor terapéutico.
Jaspers fué quien observó la necesidad de recoger en las historias clínicas una transcripción literal de las expresiones del enfermo y una fiel descripción de su comportamiento, dejando de un lado los síntomas y las interpretaciones de los mismos, para obtener un completo registro del modo que tenía el enfermo de experimentar los síntomas de su mundo interior.
Para evitar posibles omisiones en la recogida de datos que debemos efectuar, se han confeccionado las historias protocolizadas, cuya ventaja supondría la uniformidad de criterios y posterior facilidad a la hora de elaborar el diagnóstico.
Ejemplos:
"El PSE: examen del estado actual (Wing, Birley, Cooper, Graham e Isaacs, 1967), utilizado para valorar el estado mental de pacientes adultos afectados de psicosis o neurosis funcionales".
"El SADS: para evaluar la esquizofrenia y trastornos afectivos (Endicott y Spitzer, 1978)".
"El NIMHI-DIS: es una entrevista diagnóstica altamente estructurada del Instituto Nacional de Salud Mental de EE.UU. diseñada para realizar diagnósticos en base a los tres sistemas diagnósticos como son el DSM-III, RDC y los del grupo de San Luis".
Ya en 1979 Seva y cols. valoraron la importancia de los sistemas-cuestionarios debidamente estandarizados para obtener homogeneidad en los protocolos clínicos y evitar las posibles omisiones de determinados aspectos de la historia clínica, nos referimos a la automatización de las historias clínicas por ordenador. Para subsanar el inconveniente de la escasa elasticidad en las respuestas,.
Jaspers fué quien observó la necesidad de recoger en las historias clínicas una transcripción literal de las expresiones del enfermo y una fiel descripción de su comportamiento, dejando de un lado los síntomas y las interpretaciones de los mismos, para obtener un completo registro del modo que tenía el enfermo de experimentar los síntomas de su mundo interior.
Para evitar posibles omisiones en la recogida de datos que debemos efectuar, se han confeccionado las historias protocolizadas, cuya ventaja supondría la uniformidad de criterios y posterior facilidad a la hora de elaborar el diagnóstico.
Ejemplos:
"El PSE: examen del estado actual (Wing, Birley, Cooper, Graham e Isaacs, 1967), utilizado para valorar el estado mental de pacientes adultos afectados de psicosis o neurosis funcionales".
"El SADS: para evaluar la esquizofrenia y trastornos afectivos (Endicott y Spitzer, 1978)".
"El NIMHI-DIS: es una entrevista diagnóstica altamente estructurada del Instituto Nacional de Salud Mental de EE.UU. diseñada para realizar diagnósticos en base a los tres sistemas diagnósticos como son el DSM-III, RDC y los del grupo de San Luis".
Ya en 1979 Seva y cols. valoraron la importancia de los sistemas-cuestionarios debidamente estandarizados para obtener homogeneidad en los protocolos clínicos y evitar las posibles omisiones de determinados aspectos de la historia clínica, nos referimos a la automatización de las historias clínicas por ordenador. Para subsanar el inconveniente de la escasa elasticidad en las respuestas,.
206 PSICOLOGÍA DE LA
ACCIÓN POLÍTICA
coronel de una guarnición a los habitantes de un pequeño
cantón en una
de las zonas más conflictivas del país, eran confiscados por
un aparatoso
operativo militar a la semana siguiente como material al
parecer
sospechoso de servir a los fines de "la
subversión". Mucho menos claro
está todavía reconocer lo específicamente psicológico que
pueda haber
en ciertos métodos de "tortura psicológica",
consistentes en interrogar
ininterrumpidamente durante varios días a la víctima sin
permitirle
dormir.
La guerra psicológica constituye un apartado de la
psicología
política, más en concreto, aquella parte que se dedica a esa
forma
extrema de hacer política, de promover unos intereses
sociales, que es la
guerra. Ahora bien, el término psicología política resulta
ambiguo y se
presta a confusiones. Por psicología política cabe entender,
cuanto
menos, dos sentidos muy diferentes: a) la psicología de la
política, es
decir, el análisis y la comprensión psicológica de los
comportamientos y
procesos políticos, y b) la política de la psicologia o la
psicología en
cuanto política, es decir en cuanto también la psicología
representa unos
determinados intereses sociales y, por lo tanto, sirve como
instrumento
de poder social.
Aquí nos referimos fundamentalmente a la primera acepción:
la
psicología de la política y, en concreto, la psicología de
la vida política
tal como se da en los países latinoamericanos. Lo que se
pretende es
establecer unas bases teóricas que permitan examinar el
quehacer
político desde la perspectiva de la psicología y, más
específicamente,
desde la perspectiva de la psicología social. Así, una
psicología de la
política puede tomar como su objeto de estudio desde el
comportamiento
del presidente de un país hasta el desarrollo de una guerra
psicológica,
pasando por la forma como se decide en un consejo de
ministros o los
factores que llevan a una persona a participar en un proceso
electoral o a
incorporarse a un movimiento guerrillero.
Ahora bien, podría resultar engañoso creer que se puede
elaborar
una psicología de la política al margen de la política de la
psicología,
como si se pudiera hacer psicología desde un presunto limbo
científico
al que no le afectaran los conflictos sociales. En este
sentido, el hecho
de que pretendamos centrarnos en la psico.
PROCESOS PSÍQUICOS Y PODER 207
logia de la política no nos permite sin más ignorar la
política de la
psicología. La psicología, el quehacer psicológico teórico y
aplicado,
como cualquier otra actividad, está condicionada por los
intereses
sociales en juego. La sociología del conocimiento ha
mostrado que la
perspectiva social que se adopte para examinar las cosas o
para
intervenir en los procesos delimita de forma esencial lo que
se conoce y
cómo se conoce y, por lo tanto; lo que se hace y cómo se
hace. Con
razón se ha podido afirmar que, mayoritariamente, la
psicología que se
aplica en nuestras sociedades latinoamericanas está
demasiado ligada a
la perspectiva de las clases dominantes, es decir, a los
intereses de clase
de aquellos que detentan el poder. Y si una funcionalidad
política
(conservadora en este caso) está impregnando el quehacer de
los
psicólogos en áreas aparentemente inocuas, como el
rendimiento escolar
ó los trastornos comportamentales, con mucha mayor razón
habrá que
tomar en cuenta la política de la psicología, su
funcionalidad e impacto
políticos, en esa área donde se dirimen por excelencia los
conflictos
sociales, que es la vida política.
Para evitar, entonces, caer en una psicología de la política
que sea
un discurso ideológico más al servicio del orden establecido
en nuestros
países latinoamericanos, habrá que construir una psicología
política de
la vida política, es decir, una psicología sobre la política
consciente de
sus condicionamientos sociales y, por lo tanto, que en lugar
de asumir
una presunta asepsia científica, parta de una conciencia
clara de sus
presupuestos, de su incardinación social y, por lo tanto, de
los alcances
y limitaciones de su propia perspectiva. En este sentido; no
podemos
contentarnos con aplicar sin más al ámbito de la política
unas teorías y
modelos psicológicos ya elaborados, sino que debemos
examinar lo que
de psíquico hay en el quehacer político de nuestras
sociedades,
sabedores de que ese examen es parte, y parte interesada, de
los mismos
procesos y conflictos que se están analizando.
Tomemos algunos hechos reales como punto de partida para el
análisis.
Utilizaremos tres acontecimientos políticos de actualidad en
el momento
en que estas reflexiones se empezaron a elaborar por primera
vez.
Presentamos estos acontecimientos tal como
208 PSICOLOGÍA DE LA ACCIÓN POLITICA
aparecieron reseñados en El Diario de Caracas del día sábado
17 de
enero de 1987. Por las mismas razones de política
psicológica arriba
mencionadas, hay que recordar el filtro ideológico que los
medios de
comunicación masiva constituyen a la hora de construir sus
informaciones, así como el carácter político del periódico
aquí utilizado,
carácter muy conservador en el contexto de un país que se
quiere y
afirma formalmente como democrático, aun cuando la realidad
de los
hechos muestre no pocas contradicciones con el discurso
formal. Los
acontecimientos son los siguientes:
a) "la OEA y la ONU inician gestiones para la paz [en
Centroamérica] [...] A Estados Unidos le preocupa la
posibilidad
de que la misión pueda desembocar en un arreglo que no se
acomode a los objetivos norteamericanos en Nicaragua."
"Diez horas estuvo secuestrado por la Fuerza Aérea el
presidente
del Ecuador. Canjearon a Febres por el general
rebelde."
La señora Ligia de Gerbasi, presidenta de la Federación de
Asociaciones de Comunidades Urbanas (FACUR), declara que,
ante el creciente escepticismo electoral en Venezuela, tiene
miedo de que los partidos políticos empiecen a presionar a
los
dirigentes comunales para que sigan "líneas" y
orienten los votos
de las asociaciones de vecinos en uno u otro sentido
partidista.
Es obvio que podríamos multiplicar ejemplos como éstos,
incluso
utilizando el mismo ejemplar de periódico o las
informaciones
proporcionadas por cualquier otro medio de comunicación
masiva. Los
acontecimientos reseñados no pretenden ser más
significativos que
otros, y el único criterio para elegirlos fue que mostraran
diversos
aspectos del quehacer político cotidiano en un momento dado.
Así, el
primer hecho se refiere a un acontecimiento de política
internacional
(las gestiones de Contadora, la OEA y la ONU para obtener la
paz en
Centroamérica), el segundo a un suceso político nacional (el
secuestro
del presidente Febres Cordero en Ecuador) y el tercero a un
hecho de
carác
PROCESOS PSÍQUICOS Y
PODER 209
ter más local (las presiones partidistas sobre las asociaciones
de vecinos
de Caracas).
Lo primero que debemos preguntarnos frente a estos tres
hechos
reseñados es por qué o para qué la psicología debe
estudiarlos. Qué
gana o en qué se enriquece el análisis político con el
aporte de la
psicología? En principio, la política debe ser estudiada por
las ciencias
políticas, de la mano de la sociología y la economía, el
derecho y la
historia. Pero, qué puede añadir a ese análisis de hechos
sociales la
psicología, ciencia, según se afirma, de lo individual y de
lo subjetivo?
La respuesta no por obvia es menos importante: la psicología
debe
estudiar estos hechos porque son personas o grupos los que
los realizan.
Se trata de acontecimientos humanos, y sus actores están
sometidos a
los mismos determinismos y condicionamientos cuando actúan
en
política que cuando conforman la familia, educan a sus hijos
o se
integran a un equipo de trabajo. Por ello, es necesario
preguntarse en
qué medida el carácter de esos acontecimientos políticos, la
forma
concreta que adquieren, depende precisamente del hecho de
haber sido
realizados por determinada persona y no por otra, por haber
sido
ejecutados por un determinado grupo y no por otro.
Es muy posible que en algunos casos los acontecimientos
políticos no
sean influidos en modo alguno o, por lo menos, en forma
significativa
por la mediación comportamental de personas o grupos. Con
toda
probabilidad, la reacción del grupo de Contadora o de la ONU
y la OEA
no dependía de quiénes fueran los ministros de relaciones
exteriores de
los países que componen Contadora, o los secretarios
generales de la
ONU y la OEA. Ciertamente, no parece que en este caso la
personalidad
de los actores representara un papel importante en la visita
realizada a los
países centroamericanos como parte de los esfuerzos por
pacificar la
región. Pero es claro, también, que en otros casos la
personalidad o
peculiaridad psicológica de los actores sí constituye un
factor de primera
importancia. La resolución del secuestro de Febres Cordero
con su
capitulación frente a las exigencias de los oficiales
rebeldes y la
liberación del general Vargas Pazzos probablemente esté muy
210 PSICOLOGÍA DE LA
ACCIÓN POLÍTICA
relacionada con su personalidad, su percepción particular de
las
circunstancias y su esquema de valores. El hecho sería tanto
más llamativo
cuanto que el presidente Febres era un hombre bien conocido
por su estilo
machista, que incluso presumía de andar siempre
"pistola en cinto". En
circunstancias similares, un Fidel (:astro o un Salvador
Allende habrían
actuado de forma muy distinta. Éste es, pues, un caso en el
que el factor
psíquico, el hecho de ser uno u otro el actor, resulta
determinante.
Dos conclusiones provisionales se siguen de esta reflexión
inicial. En
primer lugar, lo psíquico sí puede ser un elemento
importante en la
determinación de algunos acontecimientos políticos y, por lo
tanto, la
psicología tiene un aporte que hacer al análisis político.
En segundo lugar,
la psicología no puede pretender convertirse en la
hermenéutica de la
política o dar razón de todo el ámbito de la política, entre
otras razones
porque hay muchos acontecimientos políticos cuyo carácter no
es influido
por la mediación de los actores; el aporte específico de la
psicología debe
reducirse al examen del comportamiento político (el
comportamiento en
cuanto mediación de la política), es decir, a la política en
cuanto es actuada
por personas y grupos.
Ahora bien, sería un error pensar que la mediación psíquica
de los
hechos políticos sólo afecta a ciertos aspectos
superficiales y, en concreto,
al cómo de su realización; la mediación psíquica afecta
también a aquello
mismo que se hace, es decir, a que las actuaciones políticas
sean unas u
otras. La opción sobre qué hacer para avanzar unos intereses
políticos
puede ser determinada por el carácter del actor. Por
ejemplo, los oficiales
de la Fuerza Aérea ecuatoriana acudieron a la violencia y
las armas para
lograr el mismo objetivo que unas semanas antes los miembros
de la
Asamblea habían tratado de conseguir mediante disposiciones
y acuerdos
pacíficos y legales. Ambos grupos perseguían un mismo
objetivo, la
liberación del general Vargas Pazzos, pero lo buscaron
mediante
comportamientos totalmente distintos. Asimismo, que fuera
Febres
Cordero el secuestrado probablemente determinó su
claudicación ante las
exigencias de los oficiales militares, mientras que otro
presidente al estilo de
Salvador Allende quizás hubiera optado por arriesgar su
propia vida en
PROCESOS PSIQUICOS Y
PODER
lugar de rendirse, como de hecho lo hizo en su momento.
El ejemplo anterior pone de manifiesto un aspecto importante
del
análisis psicológico de la política: la necesaria
imbricación de lo psíquico y
lo social. En cuanto actores políticos, las personas y los
grupos son
portadores de intereses sociales: Febres Cordero, los
oficiales de la Fuerza
Aérea, los miembros de la Asamblea ecuatoriana, no son
simples
individuos aislados, como podrían hacer pensar ciertos
análisis
psicologistas, sino que representan unas fuerzas sociales.
Ahora bien, en
cuanto tales, es decir, en cuanto representantes de unos
intereses sociales,
no son tampoco simples mediaciones instrumentales. En este
sentido, hay
que rechazar la imagen simplista que ofrecen por igual
cierto sociologismo
mecanicista o ciertas formas de conductismo ortodoxo: lo que
los unos
atribuyen a los determinismos económicos de clase, los otros
lo asignan a
los estímulos ambientales, pero en ambos casos la persona
aparece como
un pelele de fuerzas externas. Yeso no es así o, por lo
menos, no lo es
siempre.
Una vez aceptado el que la psicología pueda y aun deba
contribuir al
análisis político mediante el estudio del comportamiento de
los actores,
cabe preguntarse cuál es el aspecto específico que debe
constituir el
objeto de atención de la psicología política. En otras
palabras, ¿qué es lo
que define a un comportamiento como político, qué es lo que
determina
que un acto humano tenga un carácter político? En principio,
existen tres
posibles respuestas: a) que sea determinado por quién lo
realiza, es decir,
por el carácter del actor; b) que sea definido por el qué se
hace, es decir,
por el carácter del acto mismo realizado, y c) que dependa
del sentido social
de lo que se hace, es decir, de la relación del actor y su
acto con el orden
social en el que lo realiza. Examinemos por separado estas
tres posibles
respuestas.
a) Una primera posibilidad consiste en que el carácter
político de un
comportamiento sea determinado por el carácter del actor que
lo realiza. Así,
serían políticos aquellos comportamientos realizados por
quienes ocupan
cargos gubernamentales o desempeñan funciones en el aparato.
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